¿Sabías que el interior de nuestro tubo digestivo está en contacto directo con el exterior? Pues aunque parezca extraño, así es: el tubo digestivo recorre el cuerpo longitudinalmente, convirtiéndose en una de las zonas clave de interacción entre nuestro organismo y el mundo exterior. Al igual que la piel, es una zona con riesgo de invasión en la que pueden estar presentes patógenos (bacterias, virus, etc.). Por tanto, el tubo digestivo desempeña una importante función de barrera, de ahí el nombre de “barrera intestinal”, para proteger nuestro organismo… A ello se añade la función de digerir alimentos y absorber nutrientes. ¿De qué se compone la barrera intestinal? ¿Cómo hace para diferenciar los nutrientes y microorganismos benéficos de los agentes patógenos? Veamos…
Barrera intestinal: 3 capas para cumplir todas sus funciones
La mucosa
La mucosa es la capa superficial de la barrera intestinal, la que está en contacto directo con el exterior. Es decir, está en contacto con los alimentos que digerimos y la microbiota intestinal, pero también con cualquier posible microorganismo peligroso que podamos ingerir. Así pues, la mucosa recubre las células de nuestro tubo digestivo y constituye una primera barrera física de protección contra las agresiones externas. Pero eso no es todo, la mucosa también guarda una estrecha relación con la microbiota intestinal. Ambas contribuyen a reforzar esta barrera para repeler a los agentes patógenos. ¡Una increíble protección de primera línea!
Las células epiteliales
La segunda capa de la barrera intestinal se conoce por el nombre de “epitelio intestinal”. Está formada por una sola capa de células epiteliales, que son células muy variadas, entre las que se encuentran las encargadas de producir la mucosa. Todas ellas están firmemente unidas entre sí por “uniones intercelulares”. Son conjuntos de proteínas que cohesionan la pared del tubo digestivo, impidiendo que componentes no deseados se cuelen entre las células y entren en el organismo.
No obstante, hay que recordar que el tubo digestivo también debe poder absorber agua y nutrientes. Entonces, ¿cómo logran atravesar esta sólida capa de células? Resulta que las células epiteliales están equipadas con “transportadores”. Estos complejos proteínicos actúan como una puerta de entrada a un lado de la célula y como una puerta de salida en el lado contrario, permitiendo que las moléculas esenciales para el funcionamiento del organismo atraviesen las células epiteliales y lleguen al torrente sanguíneo.
Las células inmunitarias
Bajo el epitelio intestinal se halla la tercera línea de defensa: las células inmunitarias. Y es que el 70 % de todas nuestras células inmunitarias se encuentran en el intestino[1], donde actúan como guardianas. Algunas de ellas producen continuamente anticuerpos que se liberan en la mucosa para reforzar sus propiedades de barrera. Si, a pesar de ello, un cuerpo extraño lograr superar este nivel de la barrera intestinal, salta la alarma. Las células epiteliales producen sustancias para indicar a las células inmunitarias que se está produciendo una invasión, de modo que las células inmunitarias asumen la tarea de eliminar el peligro y evitar así una posible infección.
Para evitar alarmas innecesarias, el sistema inmunitario del intestino adquiere una cierta tolerancia a la presencia de alimentos y bacterias de nuestra propia microbiota. Esta tolerancia se desarrolla desde una edad temprana. Durante los primeros meses de vida, estas células inmunitarias aprenden a distinguir entre los elementos que podrían constituir un peligro y el resto de elementos (alimentos, bacterias «amigas» de la microbiota…). Este aprendizaje permite evitar el desencadenamiento frecuente de reacciones inmunitarias injustificadas. Las enfermedades autoinmunes (alergias alimentarias, enteropatías inflamatorias, etc.) son ejemplos de patologías en las que las células inmunitarias del intestino reaccionan de forma exagerada e innecesaria, lo que puede tener graves consecuencias para la salud.
Así pues, la barrera intestinal y sus diferentes componentes constituyen un excelente mecanismo de defensa contra la invasión de patógenos. En algunos casos, sin embargo, la barrera puede deteriorarse y presentar fugas: es lo que se conoce como hiperpermeabilidad intestinal. ¿Cuáles son las causas y, sobre todo, cómo se puede prevenir? Contestamos a esta pregunta en otro artículo. ¡No te lo pierdas!
Adobe Stock / sewcream
[1] Vighi C, et al. Allergy and the gastrointestinal system. Clin Exp Immunol 2008